Una comuna y ciudad
se caracteriza por su gente, por el esfuerzo que cada uno de sus habitantes ha
ejercido en el tiempo para su propio desarrollo y el de su familia y por ende
el de toda una comunidad. Dentro de este contexto debemos centrarnos en lo que
han construido sus habitantes desde los inicios de la historia del pueblo, con
sus esfuerzos, desvelos, desaciertos y grandezas, que hoy por hoy son parte
importante de este Chile libre y soberano, que vivió las batallas en los
albores de la independencia y que guarda celosamente un pedazo de esos chilenos
que pelearon y dieron sus vidas por este pedazo de tierra largo y angosto, llamado
también, el más austral del mundo.
De aquellos
acontecimientos no conocidos por todos, nacen figuras que por su labor y su
constante peregrinar en sus vidas, se inmortalizaron y hoy son parte del
acontecer diario de los molinenses, quienes inmóviles desde su lugar de
ubicación, han visto crecer y evolucionar a todo un pueblo. Me refiero a los
monumentos que son el patrimonio histórico cultural del molinense y que están
en nuestra Plaza de Armas de Molina, ahí se encuentra el busto del Padre de la
Patria Bernardo O`Higgins Riquelme; el cura del pueblo José Samuel Pérez Pérez
1900 – 1978 Sacerdote de Cristo Servidor de los Hermanos; los Mártires de la
Aviación Chilena Tenientes Ponce y Berguño; la Rueda Dentada del Rotary Club de
Molina; el Monolito del Nacional de Coros de Profesores de Chile; el Hito del
Paralelo 35º Sur que pasa por el centro de la ciudad; el monolito del mundo
Evangélico que habla de la Unidad de
Pastores de Molina y una placa en memoria de quien cediera los terrenos para
que se erigiera la Villa de Molina, la hacendada María del Tránsito de la Cruz
Antúnez, finalizando con la construcción del Odeón con un diseño romano de cuatro columnas y que guarda miles
y miles de notas musicales e interpretaciones de la Banda Municipal “los
tatanes” y hoy el Orfeón Juvenil que hace gala de sus presentaciones en
temporada estival a la comunidad y a las visitas que arriban a la ciudad.
A pesar de lo
anterior, con todo ese peso de la historia que cada uno de los monumentos y
construcciones arquitectónicas nos
proporcionan, no se salvaron de aquellos que afean la ciudad con sus rayados,
un arte que no se entiende, un marcar territorio que no trae ningún beneficio
para la ciudad y sus habitantes, al contrario trae gastos en volver a
recuperarlos, en limpiarlos y dejarlos presentables ante la sociedad. No
dañemos los espacios públicos, no dejemos que sea parte del paisaje que tanto
ha costado y cuesta cuidar. Ciudadanos no seamos indiferentes antes estos
acontecimientos. Son millones de pesos
que se invierten cada año para eliminar las agresiones con tinta, tiza, spray y
pintura que se desvanecen entre recuperación, limpieza y gastos administrativos
que provienen de los impuestos de los molinenses que servirían para mejorarlos
y darles un mejor aspecto, se pierden sólo en limpieza y recuperación. “Un
mamarracho de una cosa que no dice nada da muerte a una inversión y al
patrimonio histórico cultural de la ciudad”. Por favor no más.
En Molina no hay
registro oficial de que alguien haya sido castigado por este motivo, no
esperemos que esto suceda, no es la idea de la autoridad, ni de nadie, solo
debemos cuidar lo que tenemos porque nos pertenece a todos quienes vivimos en
esta tierra y de las futuras generaciones.
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