1.
La muerte y Resurrección
del Señor irradia en el mundo una nueva Luz que ya nada ni nadie podrá apagar.
2.
Jesucristo, el grano de trigo desfigurado y sepultado por el
pecado de la humanidad, ha brotado de la tierra (Jn 12, 24). El Hijo de Dios
Resucitado ya impregna el mundo con el buen olor de la Esperanza.
3.
Esta presencia del Señor Resucitado
le da un valor nuevo y hermoso al presente y al futuro. Todo, incluso lo más
difícil y duro de la vida, puede ser un paso
hacia la plenitud y la alegría.
4. Todas las tristezas de la Iglesia y de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, todos
los rostros sombríos, todos los corazones abatidos, pueden ya experimentar la
alegría infinita de encontrar al Señor.
5. Los grandes temores que nos aprietan el corazón ya pueden
marcharse. El miedo al futuro, al fracaso, a la soledad y a la muerte se han
desvanecido perdiendo su poder. ¡Cristo está vivo para siempre y no nos dejará
solos ni un instante!
6. ¡Que nadie, en ningún lugar ni en ninguna situación, se quede caído
mirando al suelo!, “...de pie y con la
frente levantada podemos compartir la
humillación de aquellos que todavía hoy, como Jesús, se hallan en medio
del sufrimiento, de la desnudez, de la necesidad, de la soledad, de la muerte,
para convertirnos, gracias a Él y con Él, en instrumentos redención y de
esperanza, en signos de vida y resurrección (Papa
Francisco).
7.
Para que esta alegría se
difunda tenemos la preciosa misión de anunciar a Jesucristo y la fuerza
transformadora del Evangelio que es capaz renovar todas las cosas (EN 19).
8. “Toda nuestra existencia, todo nuestro ser debe gritar el Evangelio…toda
nuestra vida y todos nuestros actos deben gritar que somos de Jesús; todo
nuestro ser debe ser predicación viva, reflejo de Jesús, perfume de Jesús, algo
que grite a Jesús…que brille como una imagen de Jesús” (Ch. de Foucauld).
9. Todos necesitamos ver a Jesús y recibir
la fuerza de su Espíritu Santo que transforma la vida y devuelve la alegría (Jn
12, 20). Durante todo este año viviremos un Congreso Eucarístico para madurar
el encuentro con el Señor profundizando nuestra fe y amor a la Eucaristía.
10.La Eucaristía y la oración nos volverán creativos y valientes para
contagiar la presencia humilde y acogedora de Cristo. Su amistad restaura la
confianza, libera completamente y eleva la dignidad humana.
11.El Papa Francisco en
Iquique nos ha invitado a acoger especialmente a los migrantes cultivando esa “Hospitalidad festiva, porque… que no hay
alegría cristiana cuando se cierran puertas; no hay alegría cristiana cuando se
les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar”.
12.
La vida nueva y eterna de Cristo,
como una brisa fresca y limpia, viene a llevarse el aire contaminado de indiferencia,
soledad, violencia y sinsentido. Seamos parte de esa brisa del Espíritu que
busca renovar el mundo con el amor de Cristo que no conoce razas ni fronteras.
“El Evangelio
nos dice que el amor, partiendo del corazón de Dios y actuando a través del
corazón del hombre, es la fuerza que renueva el mundo” (Benedicto XVI).
Que a todos nos inunde el alma esta
alegría incontenible. Con cariño y junto a la Madre del Señor les deseo una muy
feliz Pascua de Resurrección,
+ HORACIO VALENZUELA ABARCA
Obispo
de Talca
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