Este técnico en construcciones metálicas oriundo de
San Clemente saltó de la alcaldía de Talca a la Cámara Alta. En esta entrevista
nos cuenta cómo ha logrado doblarle la mano al destino y convertirse, primero
en un empresario exitoso, y luego, en un canalizador de las necesidades de la
ciudadanía que le ha tocado representar.
Esforzado y
empeñoso. Así podríamos calificar al representante por la región de El Maule,
el senador Juan Enrique Castro Prieto, quien a sus 58 años arribó a la
Cámara Alta desde Talca. Escorpión, bueno para las rancheras y los viajes, este
empresario dueño de barracas de fierro nos abre su oficina para conocer lo que
no se ve frente a las cámaras.
A casi tres
meses de su estreno en el Congreso Nacional, el senador Castro ha tenido un
perfil más bien bajo. De hecho solo ha intervenido en la Sala de Sesiones pocas
veces, y antes de preguntarle por eso, nos revela el por qué. “Me
estoy preparando para ser un buen senador. Vengo de un mundo muy distinto y he
debido estudiar varias cosas, desde lo legislativo hasta como moverme en este
edificio”, nos cuenta.
DE LA ESCUELA INDUSTRIAL A LAS BARRACAS
Y sin más
preámbulo nos relata su infancia y el largo camino que ha debido recorrer.
“Mi familia era muy pobre. Mis padres no sabían
leer ni escribir. Mi madre siempre luchó para que nosotros estudiáramos. Somos
siete hermanos. Llegué hasta octavo básico en la escuela básica del campo en
Punta de Diamante y de ahí me enviaron al liceo de San Clemente, luego se me da
la posibilidad de irme a estudiar al liceo industrial. Por las notas, me dejan
en el curso de Técnico Industrial en Construcciones Metálicas, y como la
modalidad era internado, me termino acomodando muy bien porque como era de campo,
no tenía donde quedarme en la ciudad”.
Le consulto por
su éxito en el mundo de los negocios. Hoy es un reconocido empresario del mundo
de las maestranzas y barracas.
“Al final terminé mi carrera y me devolví a mi
campo. En Punta de Diamante arriendo un terreno y siembro papas, pensando en
que me iba a ir bien, pero no fue así. Como producía mucha papa pero las ventas
eran malas, me devolví a la ciudad. Allí le trabajé a un patrón diez meses, y
luego pedí máquinas prestadas y empecé a trabajar por cuenta propia haciendo
trabajos para el mundo de la construcción.
Ahí fue cuando visioné la venta de fierro. Trabajé
quince años para poner mi primera barraca. También trabajaba en mi primera
maestranza, hasta lograr mi empresa que hoy tiene seis sucursales entre
Rancagua y Los Ángeles”.
EN LOS PASILLOS DEL CONGRESO
De los fierros,
al Senado hay un largo trecho, por eso le consulto cómo fue su acercamiento a
la política. Recordemos que antes de representar a la región de El Maule en el
Congreso Nacional, este técnico metalúrgico fue alcalde de Talca dos periodos.
“Siempre ayudé a los candidatos de la centro
derecha en mi región. Cuando tenía mi maestranza, los ayudaba en la instalación
de ‘palomas’ y a repartir papelería, hasta que mi nombre parte dando vueltas
como posible alcalde de Talca. Salí electo y estando en ese puesto, tomé la
decisión de trabajar mucho por la comuna para mejorar la vida de las personas.
Estuve dos periodos en la alcaldía porque sentí que era un tiempo suficiente y
de ahí surge la idea de ser candidato a senador y bueno, ahora estamos sentados
acá”.
Y ¿cómo se ha
sentido en este nuevo ambiente?, le pregunto luego de haberlo observado en los
pasillos con mucha soltura conversando con legisladores de distintos colores
políticos.
“Acá hay mucha cordialidad. Existe respeto entre
todos los senadores. Independiente de las grandes diferencias que tenemos entre
sectores. Estamos estudiando, aprendiendo y observando la forma cómo se
trabaja. Piensa tú que hace 40 años que no estudiaba, y he tenido que volver a
tomar los libros y estudiar. Sé que cuando uno es aplicado y tiene ganas de
aprender, lo puede hacer bien”.
Durante toda la
entrevista hace hincapié en el trabajo que le ha significado ser senador
durante estas pocas semanas. Reconoce que nunca pensó que iba a gastar tantas
horas en el día analizando los proyectos que se discuten en las comisiones que
integra (Agricultura, Obras Públicas y Recursos Hídricos), asistiendo a las
sesiones ordinarias, extraordinarias y especiales de Sala, y atendiendo las
peticiones de sus electores en su región.
“Siempre pensaba, cuando veía desde lejos a los
políticos, que los diputados o senadores trabajaban poco. Pero cuando uno llega
acá, se da cuenta que todos trabajan muchas horas al día. Debo reconocer lo
equivocado que estaba. Es bueno que la ciudadanía lo sepa y lo valore. La gente
cree que se trabaja poco y no es así.
Todos los que somos parlamentarios de regiones
tenemos muy poca vida familiar porque nos debemos trasladar a Santiago y
Valparaíso gran parte del mes, y en las semanas regionales uno tiene muchas
actividades que atender”.
Cuando le
pregunto qué es lo más difícil de su rol como senador, no lo piensa dos veces y
me confiesa dos cosas: levantarse al alba y vivir en hoteles. “Me
gusta acostarme tarde y levantarme tarde. En este trabajo no se puede lo
segundo (risas) Siempre me duermo pasada la medianoche. Y mi hora ideal de
levantada son las nueve de la mañana, pero debemos levantarnos temprano para
hacer nuestras rutinas.
Lo que me ha agotado bastante es el tema de los
hoteles. A la edad que uno tiene, ya está acostumbrado a llegar a su casa, a
sus cosas, a no tener que andar con maleta, transportando ropa o artículos de
aseo”.
PAPÁ CON YAPA
Y hablando de
su vida familiar, le pregunto si es casado y si tiene hijos, esto porque al
googlearlo es poca la información que se obtiene de distintas fuentes.
Finalmente, me confiesa que hace muchos años es separado y que se reconoce un
padre cercano.
“Soy separado con cinco hijos, tengo una buena
relación con ellos. El mayor tiene 33, la que sigue 30, luego un hijo de 17,
una de 4 y el más maldadoso va a cumplir tres. Los hijos chicos son los que nos
llenan de fuerza. Lo más valioso que alguien puede tener son sus hijos.
Además tengo una hermana menor, que desde que murió
mi madre hace 15 años, me he hecho cargo de ella como si fuera su padre. Ella
es como una niña chica porque tuvo una dificultad al nacer. Me siento
responsable de su cuidado. Después de la muerte de sus papás, ella siente que
yo ocupé ese lugar. Tiene 42 años pero tiene mentalidad de una persona de 15
años. Soy un papá con yapa”, dice con emoción.
Desde el punto
de vista más humano, me cuenta que le encanta la música mexicana, los corridos
con mariachis y todo. En ese sentido me explica que “todos
los que nacimos en la zona campesina de la región de El Maule, nos gusta esa
música porque desde pequeño la escucho. Son canciones con mucho sentimiento.
Eso sí quiero aclarar que no canto”.
Finalmente
hacemos un ejercicio. Le propongo que se imagine qué será de su vida cuando
termine su periodo como senador, es decir, en ocho años más. Le entretiene la
idea y se lanza.
“Mira, fui alcalde dos periodos. Uno no puede
apernarse en los cargos. Como senador tampoco pretendo estar toda la vida. Hay
más personas que pueden aportar a la ciudadanía. Me gustaría impulsar un
proyecto para limitar la reelección en este poder del Estado.
Creo que volveré al campo. Mi vida está allá. Tengo
mi casa de campo y quiero volver a esa tranquilidad que son mis orígenes. Me
gustaría que la gente me recordara como un aporte. Creo que mi sello será la
transparencia y el impulsar obras en la región porque ese es un indicador de
progreso”.
Sonríe
con la idea de estar en el 2026. “Estamos en el 2018
y me debo a mi gente. Ahora es hora de correr a la Comisión Especial de
Recursos Hídricos porque el tiempo apremia”, me dice mirando su celular del que no se despega ni un segundo.
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