El creador del concepto de “sueldo ético” repasa los
anuncios de crisis económica, de flexibilización laboral y posibles rebajas de
las remuneraciones y pone énfasis en que, de una vez por todas, veamos “cómo
hacemos para que realmente los seres humanos vivan con más dignidad”, pues “no
puede ser aceptable un crecimiento económico obtenido con menoscabo de los
seres humanos”. En los momentos difíciles, dice, hay que mirar “qué esfuerzo de
generosidad van a hacer los que tienen más para cubrir en parte a los que
tienen menos”.
Cada vez que se habla del sueldo mínimo las miradas se
vuelcan hacia monseñor Alejandro Goic, obispo de la Diócesis de Rancagua y
vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Chile. Fue él quien, en medio de
un conflicto con los contratistas de la mina El Teniente de Codelco, planteó la
idea de un sueldo ético. Y no uno cualquiera: uno de 250 mil pesos, propuesta
que lo que menos causó fue revuelo. Sobre todo en una época en que esa cifra
era de alrededor de cien mil pesos menos ($144.000).
El prelado cuenta que plantear un número, "según los
especialistas, fue un acierto en tanto que permitió el debate. Me han dicho
muchos que si no hubiera puesto cifras no habría pasado nada. Pero la cifra
tenía un valor simbólico".
-Pero refleja una situación real.
-Yo creo que el problema de fondo al cual se ve
enfrentada la sociedad chilena es la necesidad de una mayor justicia social y
una mejor distribución de los bienes. Y eso, más allá de los avances legítimos
que hemos obtenido en los años de la recuperación de la democracia, es una
tarea pendiente. Un país no puede estar feliz mientras un porcentaje muy grande
de trabajadores tengan un salario que no les permita satisfacer con dignidad
todos los aspectos de su vida y de su existencia. Entonces, creo que la invitación
en aquella época del sueldo ético era a una reflexión seria y profunda, de cómo
hacemos un país que realmente haga participar a todos sus hijos de los bienes
de este mundo y no sólo a algunos. Ese es el fondo.
-¿Cómo llegó a la cifra de $250.000?
- Yo no soy técnico como para determinar cuál es la
cantidad adecuada. Sé que algunos economistas están presentando un proyecto que
vaya más allá de la coyuntura del sueldo mínimo, sino más bien de establecer un
mecanismo que en un período de tiempo vaya provocando una situación más justa y
más dignificadora de los segmentos más débiles de la sociedad chilena. Por lo
tanto, es un llamado a la conciencia nacional. Hemos avanzado en muchas cosas,
pero en esto todavía no hemos avanzado.
-Usted dijo una vez que el tema de salario mínimo es un
escándalo en este país. ¿Sigue pensando lo mismo?
-Yo siento que es el deber de quienes proponemos el
tejido social en sus diferentes aspectos y entidades buscar una solución
paulatina para resolver esto. Es cierto que en el gobierno anterior y el actual
también hay una política social de bonos que sin duda siempre serán
bienvenidos, pero el punto no es ese. El punto es cómo hacemos que los ingresos
sean realmente éticos, que permitan a una familia vivir y satisfacer sus
necesidades fundamentales de alimentación, vivienda, educación, salud,
etcétera. Yo, en mi recorrer de los caminos de la sexta región, en pueblos y
ciudades, constató que hay mucho sufrimiento, mucha gente que vive angustiada,
porque no sabe si le va a alcanzar para vivir. Hay mucho dolor, mucho
sufrimiento del pueblo. Tenemos que ver cómo hacemos para que realmente los
seres humanos vivan con más dignidad. No puede ser aceptable un crecimiento
económico obtenido con menoscabo de los seres humanos. Y esa es la tarea y el
desafío. Yo pediría que ojalá, en el contexto de las próximas elecciones, sobre
todo parlamentarias y presidencial, este sea el tema de fondo: cómo hacemos una
sociedad más equitativa.
-Usted ha hablado de una economía al servicio del hombre,
más que una que hable solamente de crecimiento y de riqueza, y que es solamente
para un segmento de la población. ¿Usted cree que esas necesidades de los más
pobres no se satisfacen?
-En la calidad que uno quisiera, yo creo que no. Porque
hoy cierta economía coloca la finalidad en la economía en sí misma, y el fin de
la economía no está en la economía misma, sino en su destino humano y social.
Por más que la tarea económica sea exitosa, si no alcanza a desarrollar a los
segmentos más humildes y más pobres de la sociedad, es una economía que no está
satisfaciendo lo fundamental: al ser humano. Lo que debe primar es qué economía
vamos a proponer para que realmente logre el desarrollo de los más humildes. Yo
creo que estamos en esa posibilidad. En este país hay mucha gente inteligente
en los profesionales, en los políticos, en los dirigentes empresariales, en los
dirigentes sociales, entonces que haya un debate y pongámonos en el lugar de
aquellos que viven a veces con menos que el sueldo mínimo. Si no, no creo que
tenga mayor sentido el crecimiento, si no lo compartimos.
-¿Usted cree que los empresarios están en esa sintonía?
-Yo aquí hablo como chileno, como ciudadano, pero también
como hombre de fe, y una de las esencias del cristianismo es el amor al
prójimo, y el amor al prójimo tiene que ser efectivo y afectivo. Y si yo soy
parlamentario, autoridad del ejecutivo, pastor, tengo que preocuparme para que
los más pobres, que fueron los privilegiados en el corazón de Cristo, tengan lo
mínimo para vivir con dignidad. Y ese mínimo es un sueldo digno. No son los
bonos, los bonos son indispensables, se agradecen, pero son sólo por una
ocasión. Los sueldos, en cambio, contribuyen a darle dignidad a cada ser
humano. Yo sé que el país tiene que tener riqueza, tiene que tener desarrollo,
pero ¿como no vamos a ser capaces de crear una economía al servicio del hombre,
al servicio de los más desvalidos de la sociedad? Ese es el desafío. He
recibido varios estudios de distintas organizaciones de gente muy sensata y que
se maneja los temas económicos, que sostiene que esto es posible. Lo que dice
una encíclica de Juan Pablo II, que la empresa es una comunidad de personas y
es tan importante la empresa y los empresarios como son importantes los
trabajadores que, sin duda, constituyen el patrimonio más valioso de la
empresa. Por lo tanto, compatibilizar desarrollo, crecimiento y justicia
social, son las tres grandes condiciones para hacer una sociedad mejor, una
empresa mejor.
-Se anuncian vientos de crisis económica y algunos
ministros han anunciado que está llegando a Chile. Plantean la idea de
flexibilizar el empleo e incluso la posibilidad de rebajar los sueldos en 25%.
¿Usted está de acuerdo con eso, si la idea es que no se pierdan puestos de
trabajo?
-Yo creo que es de personas inteligentes prever las
posibles consecuencias de la crisis económica. En un mundo global, sin duda que
el tema nos puede afectar, pero con eso sólo van a flexibilizar hacia la gente
más humilde. ¿Otra vez son los más humildes los que van a tener que pagar el
costo de una crisis? Esa es la pregunta, a mi modo de ver. O sea, si hay que
apretarse el cinturón, que lo hagamos todos, y especialmente que lo hagamos
aquellos que por conocimientos o por posesión de bienes tenemos más posibilidades.
Pero yo pienso en un trabajador que vive con un sueldo de 170 o 180 mil pesos,
si se lo rebajan, ¿cómo va a poder vivir? Hay que buscar con inteligencia y
tenemos que asumir las consecuencias. Ojalá que no lleguen los coletazos de la
crisis mundial, pero si llega enfrentémosla también mirando qué esfuerzo de
generosidad van a hacer los que tienen más para cubrir en parte a los que
tienen menos. Pero todo eso es consecuencia de qué colocamos el centro: la
economía por la economía o al hombre, a la mujer, especialmente a los más
vulnerables.
"Nadie niega hoy que el gobierno de Pinochet fue una
dictadura"
-Durante la dictadura usted fue tildado de "obispo
rojo" por su labor social. ¿Qué le parece que se haya realizado un
homenaje a Augusto Pinochet?
-Yo creo que es un tema complejo, porque hay mucha pasión
frente a un acontecimiento del cual uno fue de alguna manera testigo y
protagonista en su nivel. No hay una verdadera objetividad, pero yo creo que
nadie niega hoy que el gobierno de Pinochet fue una dictadura y que hubo abusos
a los derechos humanos. Pero también hay que reconocer que mucha gente apoyó
ese régimen, que creyó. Hubo cosas positivas, el reordenamiento de la economía,
pero nadie con serenidad puede negar que hubo violencia, que hubo tortura, que
hubo desaparecidos y no me parece adecuado decir que era el costo social que
había que pagar para resolver los problemas del país. No hay ningún costo
social para arreglar un problema que permita la violencia y la indignidad en
relación a los seres humanos. Pero, claro, no hay serenidad para entrar a
juzgar esto.
-Pero con toda la información de torturas y muertes, hay
gente, incluido políticos, que aún apoyan este acto del Caupolicán...
- Ahí seguramente había gente muy buena, sin mucha información,
que sigue apoyando un régimen que en su momento pensó que era lo mejor. Y por
otro lado, cómo uno no va a respetar el dolor de quienes han sufrido tanto por
tantos años y muchos de ellos sin tener todavía ninguna respuesta concreta
sobre sus seres queridos desaparecidos. Me parece que es doloroso, pero una
herida como la que dejó el gobierno militar y todo lo que vino después es muy
profunda y seguramente van a tener que pasar todavía generaciones y tendrá que
haber en el futuro objetivamente una investigación seria. Pero siempre va a
haber posturas.
-¿Cuál es, a su juicio, la manera de evitar que se
repitan situaciones como esa?
-Cuidemos la democracia. Con todos sus defectos es el
mejor régimen para convivir en paz como un país. Por eso, hagámosla mejor,
perfeccionémosla, hagámosla más justa, miremos con esperanza el futuro, pero
trabajemos para resolver de una vez los problemas, sobre todo en un mundo como
el actual, en que la ciudadanía ya no es como era hace 40 50 años, que no tenía
información. Hoy con las redes sociales toda la ciudadanía está informada y los
movimientos sociales que vemos son expresiones justamente de una sociedad que
sabe lo que está pasando y que ya no basta que le digan tal o cual cosa para
dejarla tranquila. Los movimientos sociales son expresión de un descontento y
por eso, también, quienes aspiran a servir al país deben hacerlo con la mayor
transparencia posible y buscando el bien de quienes más necesitan del apoyo de
quienes gobiernan y no sólo con aquellos que tienen y se defienden por sí
mismos.
-¿Qué le parece usted el arrepentimiento de haber apoyado
a la dictadura expresado por el ministro Andrés Chadwick?
-Yo creo que siempre es bueno cuando uno reconoce que se
ha equivocado. Lo que he leído y escuchado es de alguien que en su juventud
apoyó al régimen, porque quizás creyó que era lo mejor, pero que con el paso de
los años, con la madurez, descubrió que ese régimen -como él mismo lo dijo-
cometió hechos brutales. Reconocerlo y pedir perdón es algo que ennoblece a la
persona y que merece nuestro respeto. Y para los que somos cristianos, pedir
perdón es esencial. Rezamos el Padre Nuestro y pedimos a Dios que nos perdone
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Es un elemento esencial de la
convivencia humana.
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